(Todos alzan sus manos)
Simón dice... Todos arriba de la mesa
(Todos suben...)
Simón dice... Salten de la mesa
(Todos se arrojan al suelo)
Simón dice... No crean que el Sol tiene brillo propio
(Todos asienten)
Simón dice... La Luna, tan hermosa, brilla por sí sola
(Todos creen que el Sol roba el brillo de la Luna)
... Mientras tanto todos juegan a Simón dice, obedecen según las reglas del juego.
Pero el día que la tierra se interpone entre el Sol y la Luna, ése día la verdad es sólo una: El sol sigue brillando, aún cuando el cielo está nublado su brillo logra atravesar las nubes y llena todo de claridad; mientras que la Luna, como venía anunciando noche tras noche, brillando cada vez un poquito menos, no logra hacerse ver. Luego el Sol, de a poquito, le vuelve a prestar su brillo... Pero una noche a cada mes la verdad sale a la luz, y el Sol le recuerda a la Luna que sin él, a ella nadie la distingue.
A pesar de que todos sigan jugando con Simón, el Sol sale cada día a iluminarlos, prestándoles su brillo... Pero cada noche les vuelve a recordar que por más que enciendan una lamparita, ninguna puede brillar tanto como él.
Ay, Luna, si tan sólo pudieras dejar de hacerte cargo del brillo ajeno, si pudieras entender que engañándote no lográs hacer que éso que deseás se vuelva verdad... Quizás los demás lograrían ver tu verdadera belleza, que es única, pero se ve opacada porque vos misma decidiste quitarle importancia.
Siguen jugando, por ahora... Pero cuando el juego termine, todo volverá a ser como antes... Todos sabrán que el verdadero brillo es del Sol, y que vos sólo sos su sombra...
El juego terminó.
Tu tendón de Aquiles se rompió.
Ése que unía tu razón a tu corazón...
Se rompió, o simplemente se escapó...
Es que él era tu tendón de Aquiles
(Sin su brillo, nadie va a verte, y nadie sabrá de tu inmensa belleza,
ay, Luna, por qué lo permitiste...)
Muchas veces encontramos la belleza en la cosa más simple.
¿Por qué empecinarse en parecer lo que no se es?
¿Para qué intentar mostrar una belleza que no es nuestra?
El día que ésa belleza no esté, nadie querrá ver tu veradera e inmensa hermosura.
Por otro lado, si sabemos bien quién somos... Nadie podrá apagarnos nunca...
-Nadie puede robarle el brillo a aquello que brilla por naturaleza-
Cecilia N. Zanoni.
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